Y sucede que te hasta que no vuelves, tras año y medio sin pasar por él, no recuerdas todos los buenos ratos que pasate en él, y esa sensación de libertad que da sentir el viento en tu cara mientras atraviesas la canal de Santander intentando que las olas de las estelas de otros barcos no te hagan bailar, que los camicaces que vienen de frente no te crucen y tratando de no martilizar a los pescadores que con su santa paciencia pasan las horas en su chalana.
Recuerdos...
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